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Una historia de bombones

Como estoy muy orgullosa de mis niños (y por desgracia abuelas no tengo), pues lo cuento, también pensando en que a alguien le valga esta historia. Seguro que conocéis los tipicos calendarios de bombones de Adviento, que tienen en los supermercados, en plan para que los niños vayan comiéndose uno cada día de diciembre hasta llegar la nochebuena navidad. Parece una tontería, hasta que encuentras niños que el primer día llevan la caja a la mitad y el día 2 de diciembre el calendario es historia. 

Siempre trato de que el niño grande sea capaz de comérselos conforme avanza el calendario, para que sea capaz de tener paciencia y saber esperar. Como siempre decimos, la paciencia, como otras tantas cualidades, se adquiere y se entrena, no nacemos con ella puesta. Sé que en los tiempos actuales esto puede sonar políticamente incorrecto, y que habrá muchas madres que no les importe darle al niño todo lo que pida “porque ya tendrá tiempo cuando sea grande”, y piensen que no se ha de ser tan estricto con los niños. En nuestra opinión, tan válida como otra distinta, les estamos construyendo herramientas para su futuro.

Y es que a veces tengo que aguantar en la tienda que alguna madre retenga para su niño los juguetes con los que mi pequeño (ahora con cuatro años, pero ésto me ha pasado antes) está entretenido justo en ese momento. Le da igual que el mío llore, sólo porque el suyo no quiere compartir (un juguete que es del mío). Me chirría y me muerdo la lengua, pero luego me da pena por el otro niño.

Todavía me acuerdo de un conocido que vino una vez a casa (con 4 o 5 años) a jugar con el mío, y al terminar salía llorando. Al día siguiente la madre me dice: “toma este juguete de tu hijo, no se lo pude quitar ayer, porque el niño estaba llorando embarracado”. Ella no se acordará de esa anécdota, yo perfectamente. Y por desgracia, cuatro años después de aquel día, veo a ese niño y entiendo muchas cosas de las que le pasan. 

Volviendo a la historia, que me lío. Este año compré sólo un calendario de adviento (cuando fuí a por él, no quedaban en ese momento). Pero claro, teniendo dos críos, pensaba en comprar otro día el segundo para que el pequeño viera cómo actuaba el mayor. Sin embargo, y para mi sorpresa, ambos acordaron solitos compartir (otra cosa que también les trato de inculcar, aunque muy cerca mía también me ponen caras raras “vaya padres rácanos, que no se gastan un duro más en comprar una cosa a cada uno”) la caja del calendario de adviento de otra forma: Cada dos días, ambos se comerían el bombón del día que toca y el anterior (un bombón cada uno). El día 24 terminaron el calendario como si tal cosa, ya no les cuesta trabajo. Son unos cracks, y los padres se lo hemos reforzado. Orgullo de madre, qué le voy a hacer.


Y es que ser padres es duro... ja, ja, y ser madres más!! (con perdón)

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